Hay algo curioso, una atmósfera especial que se genera en las comidas familiares cuando trabajas en una empresa como Ibéricos Torreón: empiezas hablando del menú y acabas, inevitablemente, repasando, por ejemplo, la última tanda de jamones que está en el secadero.

Eso nos pasa a mi hermana Marta y a mí todo el tiempo.
Pero siempre hay alguien en la mesa —normalmente nuestra madre, Chus, Directora General de Ibéricos Torreón— que nos recuerda con una sonrisa que ahora “no toca hablar de trabajo”… aunque luego sea ella la primera que al final tampoco puede evitarlo.
Soy Carlos Blázquez, Director de Desarrollo de Negocio en Ibéricos Torreón y así es como funciona una empresa familiar: las líneas entre lo personal y lo profesional se difuminan, pero cuando hay cariño, compromiso y respeto, eso no es un problema… es el mayor de los motores.
Y si me preguntáis quién es la persona que consigue que todo esto funcione, tanto dentro como fuera de la empresa, la respuesta es fácil: nuestra madre, Chus. Ella es el alma de Torreón, la que ha sabido combinar el papel de madre, jefa, guía y nexo entre todos los que formamos esta familia… y esta empresa familiar; y, por supuesto, no podemos olvidar la total e imprescindible colaboración de su hermana Laura, nuestra tía, y Directora de Exportación de Torreón.
Desde pequeños, mi hermana, Marta Blázquez, Directora de Producción en Ibéricos Torreón, y yo hemos vivido Torreón como algo más que un lugar de trabajo. Hemos crecido entre jamones, embutidos, salazones y reuniones familiares en las que siempre intentábamos no hablar de ibéricos… aunque, sinceramente, nunca lo conseguimos.
Siempre hay algún tema pendiente que se cuela entre el postre y el café. Es lo que pasa en una empresa familiar: todo está conectado, y por suerte Chus se ha encargado de que esas conexiones sean fuertes, sanas y con propósito.
Marta y yo somos la tercera generación al frente de Torreón. Marta es la que se asegura de que cada producto que sale de nuestras instalaciones esté a la altura de lo que prometemos a nuestros clientes. Yo me encargo del desarrollo de negocio, lo comercial, las compras, la administración… todo lo que hace que el engranaje se mueva. Pero el verdadero centro de gravedad, el equilibrio entre ambos, es nuestra madre, Chus.

Ella cuida que cada pieza de la empresa encaje; que Marta y yo no nos olvidemos de por qué hacemos esto, ni de cómo lo hacía nuestro abuelo Gene, que plantó la semilla de lo que hoy es Torreón. De él heredamos el gusto por hacer las cosas con mimo, con tiempo, con respeto y con sentido. De ella, la capacidad de sostener todo eso y coordinarlo para que funcione como un reloj. Ambos marcan nuestra hoja de ruta, tanto profesional como personalmente.
Chus no solo es nuestra madre. Es también nuestra jefa. Y eso, lejos de complicarlo, lo hace especial. Porque tenerla al frente es tener claro el norte, tanto dentro como fuera del trabajo. Es el ejemplo que seguimos cada día. Nos enseña sin alzar la voz, organiza sin imponer, y consigue que nos sintamos parte de algo más grande que nosotros: una historia, una tradición, una familia que trabaja unida.
En breve celebramos el Día de la Madre, y queríamos rendirle un pequeño homenaje a esta mujer que ha sabido ser jefa sin dejar de ser madre, y que ha convertido a Torreón en lo que es hoy. Porque gracias a su forma de liderar —con cabeza, pero también con alma— Ibéricos Torreón sigue siendo lo que siempre ha sido: una empresa familiar hecha con orgullo y con amor.